27 de noviembre de 2010

CAPITULO 1 - 01 ( La Explosión)











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   (cap 1-1) (cap 1-2)

   ¡Liberate te ex inferis!

                        
«Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros».
Marco Tulio Ciceron (106 - 44 a.C.)

«Estos son muy malos tiempos. Los hijos se comen a sus padres y todo el mundo escribe reseñas«.
Jorge Maqueda Merchán (1968- 201... d.C.)


Las personas tienen miedo, es natural. Temen la guerra, el hambre y como no, también a la noche: que perpetúa el horror de todo aquello que es muy antiguo. Pero, por encima de esta, las personas temen el día que habrá de ser el último. El día en el que todo lo que conocen, y ellos mismos, habrán de llegar a su fin. En mi caso, ni siquiera cuando era un chiquillo, albergué temor a unos sueños atroces que turbasen mi reposo tras la muerte. Precisamente por ello, hoy me cuesta más que a otros creer, aún habiéndolo visto a diario con mis propios ojos, que llegado el momento la consciencia pueda emerger alarmada a una existencia baldía, convertida en un horrible y deforme ser. Sin embargo, tanto es así, que no es una locura afirmar que más tarde o temprano, esa que todos creímos sería nuestra primera noche tranquila nos alcanzará a todos. Y no precisamente para liberar nuestras almas, de sombras y penitencias, propias o ajenas; sino para condenar a estas a vagar la oscuridad, enjauladas en cuerpos putrefactos, ansiando llevarse algo a la boca, desde el preciso instante en que adquieren su pérfida conciencia. Y es que, estos son muy malos tiempos. Quizá los peores que nos podía haber tocado vivir: «Los hijos se comen a sus padres, ya nadie lee libros, y todo el mundo escribe reseñas». Pero, lo peor de todo es, que ni a la propia muerte se puede recurrir.     
                                 
I : El Impacto

Mi nombre es Josué, Jorge Maqueda aunque, todos me llaman «Terrones». Y les voy a relatar el principio de la historia tal como la recuerdo, de los acontecimientos que se dieron en la localidad extremeña de Aceuchal. El año después de que cayese el meteoro en la finca Cabezo Nogales, matando a más de 300 marranos. Fue aquel, el inicio de un trágico devenir de acontecimientos de proporciones apocalípticas que todavía sufrimos  aquí, y no sé, si en el mundo entero. Si bien, muy pocas personas tuvieron conocimiento de este suceso en un primer momento. La causa del secretismo inicial por parte del gobierno español  no fue otra que la confusión y el miedo. Miedo, a que se supiese a nivel nacional, fuera del área denominada como «Zona Zero», aquello que  estaba aconteciendo entre la población del municipio.  Y miedo, a se extendiese el pánico más allá de este.
Para mantener efectivo un velo ofuscador que ocultase la verdad, las autoridades cortaron de inmediato las líneas telefónicas, se bloqueo la señal de los repetidores celulares, y se censuró la información suministrada a los medios periodísticos tanto regionales como nacionales. Facilitándole, únicamente, a estos información altamente manipulada y/o falsa. Se cortó además, cualquier vía terrestre o aérea de acceso a la zona: aeropuerto, carretas, caminos y autovías.  En todos ellos fueron instalados controles permanentes, aislando Aceuchal y alrededores del exterior, y evitando también la situación inversa: que del exterior pudiesen acercarse personas a observar e informar de lo que ocurría. La excusa ofrecida por el gobierno español  para justificar semejante bloqueo, fue relacionar de manera inverosímil lo que supuestamente acontecía en el pueblo fue alertar de una alarma de gripe aviar, altamente contagiosa.  Se precisó, para dar credibilidad a semejante artificio, de las dotes interpretativas del presidente de la Junta, así como de la habilidad de un enorme numero de ingenieros informáticos, que controlaron y suministraron  un importante flujo de desinformación en la red. Además, se desviaron a la zona dotaciones policiales y fuerzas especiales de seguridad del estado para el bloqueo. Finalmente, y, además, de las dotaciones del ejercito ya enviadas en un primer momento al área se preciso de la primera Bandera de La Legión  "infantería ligera acorazada (BMR)" con sede en Melilla; y a la Cuarta Bandera "Cristo de Lepanto" del Tercio Duque de Alba con sede en Ceuta. Ambas, fuerzas altamente entrenadas; pero que… y todo hay que decirlo, mejor les hubiesen ido de no haber venido. 


                             
Si hemos de ser fieles a la verdad he de decir que en el pueblo, no existe quién a día de hoy sepa realmente como empezó todo.  Se ha indagado e investigado hasta la saciedad por parte de autoridades civiles y militares, y se ha interrogado hasta a la última rata cochina del pueblo que quedo viva. Pero ninguno de los que pudieron, o quisieron hablar, fue capaz de dar una versión lucida acerca de las posibles causas del estallido inicial de violencia aquella primera noche. Unos relatan que algo venido del espacio, cayó en el cementerio. Pero no se encontró o busco - y si se hizo no se informó a nadie-  por parte de las autoridades locales prueba alguna de ello, en aquel primer momento Luego están aquellos, que siguiendo esta misma historia se extienden afirmando que de alguna manera aquello ―fuese lo que fuese que cayó del cielo― transformó a quienes allí descansaban "en el cementerio" y no precisamente ad æternum. Sin embargo, y al igual que ocurre con las naranjas en el árbol: tan pronto en este, tan pronto en el suelo, que nadie vio caer objeto alguno del cielo: al margen de un tipo que dijo haberlo fotografiado, entregando una foto a un diario regional. El caso es, que  poco importa si vino del mismísimo infierno: la explosión existió. << Hoy, y gracias a piratas informáticos, sabemos que horas antes del suceso, tanto gobierno como cúpula militar estaban al tanto >>
Aquella noche, plácida donde las haya, me encontraba relajado en casa alrededor de las tres y media de la madrugada; conectado al internet. Navegaba por Facebook y algunos blogs, como hago desde hace un par de años casi todos los días. Me entretuve más de la cuenta intentando crear una entrada en la maldita Wikipedia, y luego, en el blog de un amigo: Carlos Suchowolski, leyendo. Este había publicado un nuevo micro relato: Ni sé por qué, me paré a leerlo dos veces ¿casualidad? Lo único cierto era, que entretenido como estaba, no iba a encontrar el momento de terminar otras tareas importantes que requerían de mi atención pero, apenas me cuestione, cuando, sin darme tiempo a preguntarme su causa escuché la enorme explosión. Fue esta de tal magnitud, que hizo se estremeciese todo mi cuerpo, a la vez que sentí como vibraban los cimientos del suelo bajo los pies, y se partían algunos vidrios de la calle. El impacto no había podido ser lejos. Alarmas de coches, bancos y tiendas de cualquier establecimiento o vehículo del pueblo, que tuviese un sensor electrónico instalado,  empezaron a sonar. De inmediato, se escuchó la sirena del coche de la policía local, y un momento después, la del Nissan de los civiles, seguida esta casi inmediatamente por la inconfundible y ensordecedora bocina de los bomberos.

Me sentí tentado de salir en aquel momento a la calle ¿Quien no? con semejante follón. Pero no lo hice. Tenía hambre  «hambre de madrugada» que a esas horas, es la peor hambre que se puede tener, pues no hay donde recurrir, si se agotan las existencias de la nevera. De modo, que me dirigí a la cocina pasando de todo lo que acontecía en la calle. Abrí la nevera, y me dispuse a comerme un buen plato de caldereta con pan, y un trozo de mondongo bien hermoso, que quedo de la cena. Mientras tanto y a la vez que comenzaba a calentar el puchero, por la ventana de la cocina, pude escuchar el jaleo de la calle, por momentos en aumento. Sobre todo, escuchaba pisadas de aquellos que iban calle abajo, hacia la iglesia. Estos hablaban, murmurando en voz baja, como si tuviesen cuidad de despertar a los lirones que no despertaron con el bombazo. 

Tras unos minutos ejerciendo de cocinero, me senté a comer.  Me arropé las piernas bajo la mesa camilla, para tener los pies calentitos, y me dispuse a meterle mano a la cena, o el almuerzo, no sé. Pero entonces, al coger la cuchara para servirme, sentí que algo no iba bien. Escuché y reconocí algunas voces ―no palabras o conversaciones―, sino voces alarmadas que venían de la calle. Sobre todas había una voz femenina. Esta venía no de muy lejos, y llamó sobremanera mi atención; era inquietante.  Me pareció que se trataba de María Luisa la churrera. Por el tono, ésta  parecía asustada. Me levanté y me asomé a la ventana de la cocina. Entonces pude ver su cara ―de lejos―.  Era la cara personificada del espanto. Luego, esta dio media vuelta y empezó a correr calle arriba, hacia su casa y, Juan Argueta su marido, iba justo detrás con paso raro, muy raro.  Entonces me dirigí a la puerta ―ahora sí― con la intención firme de averiguar, de una vez por todas, que estaba pasando. Sin pensarlo dos veces corrí la cadena, y abrí el portón. Salí, sin ni siquiera mirar y… 


«
¡Me cago en la puta que parió a Panete!» Exclamé. De la tremenda impresión,  estuve apunto de perder el conocimiento, o algo peor. Por suerte reaccioné de inmediato, y de un salto a lo «Curro Romero», me metí a toda prisa en casa; no sin antes tropezar en el escalón de la entrada y caerme con la crisma, rebotando esta dos veces contra en el suelo. Me levanté como pude despavorido y confuso, para cerrar la puerta cuanto antes. Cerré de un portazo. Me toqué entonces la frente: tenía un chichón de importancia. Eché la cadena, y le di dos vueltas de llave a la cerradura. Finalmente,  atravesé la aldaba de acero trabando la entrada a la casa por completo. Me quedé por un momento con la espalda pegada a la puerta, como queriendo hacer fuerza empujando. Entonces, y sin darme respiro alguno, volví a escuchar ruido de cristales rotos. Estos provenían de la ventana de la habitación continua, que da a la misma calle Santa Marina. Corrí hacia allí, y al llegar vi unas manos, multitud de manos, que pretendían acceder al interior, sin importarles las rejas que lo impedían. Eran unas manos ensangrentadas: sucias y embarradas. Intente cerrarla, no consiguiéndolo: todas aquellas manos me lo impedían. Y lo peor de todo era, que por momentos había, a cada  segundo que pasaba, más manos en la ventana; y más gente frente a ella: gimiendo, gruñendo y escupiendo. El olor que entraba desde la calle, y que se desprendía de aquella jauría era nauseabundo. Les grité, y advertí de que se marchasen; pero era como hablar a la pared. Finalmente, me dije a mí mismo que aquello No eran personas; y que fuese lo que fuesen, estos suponían una amenaza a mi integridad. Decidí entonces, que tenía que hacer algo más que cerrar puertas y ventanas. Corrí al lugar más próximo: a la cocina. Cogí aquello que entendí útil, y que más a mano puede encontrar: el hacha de la carne. Luego corrí de nuevo a la ventana. Al llegar a esta, y sin  pensarlo, asesté varios hachazos a diestro y siniestro, sobre todo lo que se movía. Algunos dedos cayeron dentro de casa ―los pateé fuera―, pero seguía sin poder cerrar la ventana, trabada ahora con dedos y manos amputadas. Entonces se me ocurrió una solución ―yo no me iba a arrimar a esos despojos―, de modo que me dirigí  a toda prisa hacia la fresquera, donde recordé tenía un hacha vizcaína de 12 kilos: con maza trasera, y mango de roble  de un metro veinte de largo «perfecta para lo que pretendía». Cargado con ella corrí y tome posición frente a la ventana y… — ¡Toma. Toma y Toma! ¡Fuera de mi ventana jodidos hijos de la reputa! Ahora que… ¿Ya no metes la puta manita guarra esa que tienes? ¡Toma! ¡En mi casa no entra ni el papa sin mi permiso, y…  menos así de guarros!—.
Por fin, no se cuanto tiempo después de iniciada mi amistosa charla con aquellas horribles criaturas — alguna de ellas por cierto, con  parecido más que razonable con alguno de mis vecinos ―, pude cerrar la jodida ventana. Trabándole, y asegurándola con una  silla. La verdad ―si he de decirla― es, que no supe comprender bien lo que vi, lo que creí ver, o a lo que me enfrentaba en aquel momento. Lo que hice ―lo más sensato por mi parte creo―,  fue apartarme de la ventana y de la entrada y dirigirme finalmente al interior de la casa. Eso si, atrincherándome en el comedor con la vizcaína y las dos superpuestas que limpié, monté y cargué por si debía usarlas
Aquella noche los primeros disparos en el pueblo se escucharon a las cuatro y media de la madrugada. Estos vinieron de varias direcciones, y efectuados por muy diversas armas: pistolas, escopetas de caza, fusiles de la guardia civil y varias otras,  que no llegué a identificar. Para las cinco y cuarto  las calles del pueblo se habían convertido en un verdadero infierno, para los que permanecieron en ellas. Fue la noche más larga y angustiosa que recuerdo haber sufrido en toda mi vida. No sabía exactamente lo que pasaba en la calle. No podía saberlo, pero podía escucharlo todo: gritos, disparos, golpes, carreras. La gente, sobre todo corría; corría de un lado a otro de la calle a llamar aporreando y dando patadas a las puertas: gritando y arañando; dejándose las uñas en estas. Pero  no obteniendo más que silencio e indiferencia por respuesta. Ni siquiera el cura abrió la puerta. En mi caso tampoco estuve libre de culpa. También llamaron a mi puerta: dos golpes. Pero, no hice nada. No pude, o no quise reaccionar. Además, no sabía quién, o que era, lo que podía estar llamando. No me atreví, siquiera a acercarme para descorrer la persiana y mirar.
Para las siete y media la luz del alba comenzó a empujar la oscuridad hacia poniente. La calma y el silencio se fueron aposentando en el pueblo. Con la luz del día pude ver, asomado discretamente a la ventana, los numerosos charcos de sangre que cubrían las aceras, y el asfalto de la calle Santa Marina donde vivo, así como estos mismos en la calle de la Soledad. Abrí la ventana ―apenas un par de centímetros―, para ver si escuchaba algo o a alguien. Entonces sentí el intenso olor de la sangre coagulada, vísceras, y excrementos que venia de la calle. La fetidez era insoportable y lo inundaba todo. El ambienté era irrespirable, y la imagen del pueblo indescriptible. Me dirigí a toda prisa al ordenador y me conecté, o lo intenté. Pero internet no funcionaba. Cogí el teléfono y marqué un número, pero este tampoco funcionaba. Busqué  algún canal en la televisión. Tampoco. Por ultimo, probé con la radio. Nada de noticias, ni  “la cope”,  ni “la ser”; nada. Solo escuché música: “Andy y Lucas”. Por lo menos, en algún lugar, todo parecía estar igual que siempre. Al margen de la emisora de música, no parecía funcionar nada, excepto ―y gracias a Dios― la luz y el agua. Estábamos aislados, o por lo menos incomunicados «más tarde comprobaría que efectivamente, todo el pueblo estaba sin línea telefónica, e incomunicado con el exterior». Me dirigí entonces de nuevo a la ventana. No vi a nadie, pero escuché a algunas personas. Había gente en las ventanas. No los veía, pero podía escucharlos. Estaban allí, tras las cortinas, portones y ventanas hablando con la voz muy baja, pero nadie se atrevía a dar el primer paso: a salir de sus casas a la calle. Por descontado, yo no seria el primero. Estaba cansado, tanto como se pueda estar, tras pasar la noche en vela, y en un estado de extrema tensión y angustia. Me pareció, que aquel era un buen momento para descansar. El peligro, por el momento, parecía haber pasado aunque…  no sería por mucho tiempo.


© jorge Maqueda Merchan (texto)
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11 comentarios:

Carlos Suchowolski dijo...

Ja... Bueno, la inserción es todo un homenaje, gracias. La historia sigue bien luego, aunque demasiado haevy para mi propio gusto, je... Ya te iré comentando más en todo caso, cuando le relea... mientras soy devorado...

josue marchena "el terrones" dijo...

Gracias carlos, el tema es el que es, es de terror. y el terror bueno de be ser tam bien heavy, y sangriento, como lo es la vida misma, No crees? sio quieres que te siga mentando en las entrdas, dimelo, y lo haré, espero que nos sigas.

Komixmaster dijo...

El tema ZOMBI es muy alegórico a la vida misma... la vida personal, social, sentimental, profesional, comercial... Crudo...! Siempre nos devoramos unos a otros. No te confíes mucho del Terrones, Carlos... De pronto te sucede como hizo aquella señora que vendía chicharrón... que por lástima de matar a su cerdito, todos los días le pellízcaba lo suficiente para tener su venta de chicarrón diaria.

josue marchena "el terrones" dijo...

kOMIX, no me asustes la cena, coñe. Por cieto tenemos que hablar del tema ilustraciones, ya leí tu mensaje en red, haremos menos ilustraciones, tres peques y una mayor a color para la cabeera del capitulo, pues sino me trillan y ocupan tremendo tiempo. un abrazo amigo !"perdido"¡

Jorge Maqueda Merchán ⟲ Jordi Maqueda dijo...

Weno, Parece que a la gente le gusta el tema. eso es por que no saben donde se meten. por lo que se, aqui se va a liar la REGORDA. con la legion y la guardia civil

Yesenia Arévalo dijo...

Bueno, me gustaría para ambientación de la novela en construcción se ingeniaran ustedes los que habitan la cuidad de los hechos, la forma de observar cómo se ve lo que se escribe, a través de fotografías, así será más fácil recrear realmente en dónde suceden los hechos. Quiero que sea una novela del orden universal que se asoma a mi ventana. Saludos.

josue marchena "el terrones" dijo...

Hola Yesenia, veamos, yo te puedo poner fotografias de los pueblos, sin problema, así conoces la zona me parece bien, pero las fotografias las colocare en la pestaña de descripcion del "MUNICIPIO/S". Luego pondremos unas ilustraciones como las de arriba, si quiere un poco mas grades, basadas en las propias imagenes del pueblo, pero ya manipulasdaspara la historia, te parece bien? hoy haremos una pruebas
un abrazo. y gracias.

Jorge Maqueda Merchán ⟲ Jordi Maqueda dijo...

parece que almendralejo va a caer, ademas ya tengo a nuevos personajes reales que han cedido imagen y nombre, para personajes reles.... estan de camino, los que querais incluiros espabilad..

Abriles dijo...

Ufff...intro y primer capitulo, leídos! Voy a por el segundo, ya os diré cosas!

Abriles dijo...

Intro y primer capitulo, leídos, voy a por el segundo, ya os diré cosas...!

Maeroth dijo...

Jordi, el comienzo me ha encantado, cómo detallas al milímetro la situación al inicio de la novela, muy bueno. Voy a por el segundo.