22 de enero de 2011

CAPITULO 1 - 03 (El Pollo del Hospital)




En menos de media hora habíamos terminado de cavar, abriéndonos paso hasta las armas enterradas en el suelo. Cuando por fin asomaron las bolsas de deporte cubiertas de tierra y suciedad, paramos de inmediato: apagamos el grupo electrógeno, desconectamos la música e intentamos volver a hacer el menor ruido posible. Aitor salió a la puerta y tiró de los cables que salían desde casa hacia la toma de red, a los altavoces de la iglesia, a los que habíamos conectado todo el artilugio. Chemi, mientras tanto, no se había apartado de la ventana de la habitación que daba a la calle Santa Marina ‒calle cañada‒ vigilando por si se acercaba cualquier vehículo o persona. Finalmente, y tras coger algo de aire, yo solo saqué todo el material del zulo y lo dejé en el suelo de la habitación. Estaba cansado y me dirigí al salón. Aitor ya había entrado y estaba sentado en el sofá. Me senté junto a el. Entonces llamamos a Chemi, que vino a sentarse con nosotros: teníamos que hablar, y decidir que íbamos a hacer. 

Después de un buen rato debatiendo, en el que Chemi permaneció en todo momento en silencio, escuchando: deducimos que atracar el furgón era una gilipollez. En la actual situación no creímos que ningún furgón viniese al pueblo ni con, ni a por dinero. De modo, que desestimado el plan original, Aitor propuso, como ya me había comentado anteriormente a y a Chemi de camino a mi casa, entrar directamente al banco y reventar la caja fuerte. Además, por suerte teníamos información facilitada por nuestra enlace, infiltrada tiempo atrás en el Santander: Cathy. Esta, mientras estuvo trabajando en la sucursal, y antes de irse a Mallorca nos facilitó, además de datos relativos a las entradas y salidas de dinero, una muy valiosa información sobre la existencia de cajas de seguridad privadas en el sótano. El tema de las cajas lo habíamos desestimado en el pasado, debido sobretodo al tiempo que supondría llevarlo a a cabo, retrasando la duración del golpe,y por lo tanto, aumentando el riesgo de que nos sorprendiesen con las manos en la masa; sin embargo, en aquel momento a Aitor y a mi, nos pareció viable. Pero, entonces Chemi dijo algo..

―¿Habéis pensado qué haremos cuando hayamos cogido el dinero? No podemos salir del área acordonada. Como mucho llegaremos a Almendralejo por el camino de los pintones que Aitor y yo al venir, comprobamos libre de controles, pero será imposible llegar a Mérida, o coger la autovía a Portugal como habíamos planeado. No sé si os habéis dado cuenta, pero esto parece muy grave, aún más después de que me contase Aitor lo que ha ocurrido en el hospital esta mañana. Tengo malas sensaciones, y no estoy seguro de seguir adelante. Creo, que deberíamos llevarnos las armas y escondernos en "Stalingrado" en el cortijo, por lo menos hasta que pase todo. ¿Le has contado al terrones lo del hospital, Aitor?― Añadió Chemi.

―¿Qué ha pasado en el hospital? ― pregunté, mirando a Aitor. ―No me dijiste que se habían estado llevando a la gente allí ―le recordé.

―El hospital, claro ― dijo Aitor.

―Vamos cuéntaselo. Cuéntale toda la movida de Pedro, la vieja, y lo demás ―insistió Chemi.

―Cuenta ―Insistí.

Aitor se levanto entonces del sofá y comenzó a dar vueltas alrrededor de la mesita de centro. Se frotaba la cara con ambas manos, como cuando uno se despierta de una pesadilla, y volviendo a la realidad, pretende con el tacto de su piel asentarse en esta. Entonces se dirigió a nosotros, aún de pie, y con los ojos vidriosos.

― No os he dicho esto a ninguno. A ti tampoco Chemi ―comenzó diciendo―, pero vi el taxi de mi padre a un lado, en el aparcamiento, cuando llegue al hospital  En principio no le dí importancia, ya sabéis: nos cruzamos en tantos sitios. Sin embargo, no me puedo quitar de la cabeza, que al salir de allí a toda prisa, no me giré a ver si el coche de mi padre seguía en el hospital. Si le ha pasado algo... no me lo perdonaré en la vida.

―¡Joder!! ―espetó Chemi.

―Pero ¿qué demonios ha pasado en el hospital?―Pregunté, mostrando preocupación ―. Ya me tenéis mosca.

―Pues te vas a cagar, colega ―dijo Chemi―.

―Si, vale. Pero cuenta de una vez Aitor. Y empieza desde el principio ―insté.

―Desde el principio ―repitió Aitor, asintiendo con la cabeza ―. Esta bien. Me llamaron esta mañana muy temprano al móvil, serian las seis y media aproximadamente ―comenzó―. Era Pedro, uno de los metadonianos. No me dijo que quería por teléfono, pero lo imagine. De modo, que ante la perspectiva de ganarme sesenta euros del tirón, me levanté de la cama, cogí el taxi y me fui hasta su casa. Al llegar le pregunté donde iba, y este me dijo que a Badajoz: a los colorines a pillar para fumar. Tal y como había supuesto, debía haber cobrado y se iba a pegar su particular fiesta del “yonky-pur" de todos los meses. Después de comprobar que llevaba dinero para pagarme le deje subir y nos pusimos en ruta. Recuerdo que fue entonces, en el cruce del Bar "los Gonzalez", alrededor de las siete, la primera vez que me crucé con una ambulancia, con luces y sirena a toda castaña en dirección a Aceuchal: la conducía Paco Baena. Nos cruzándonos luego en el trayecto con más coches de la policía y de la guardia civil a toda leche. Tanta poli me mosqueó y le pregunté a Pedro si llevaba algo encima, no fuesen a pararnos, pero me dijo que no. Le creí y seguimos. Fue antes de llegar a la altura del hotel, cuando comprobé que estaba cortado el paso en la rotonda, y la carretera al trafico. La guardia civil, un buen numero de ellos, detenían a todos: vehículos y personas que pretendían acceder a la autovía o la nacional, de modo que paré.

―¿Te pararon con Pedro? ―le pregunté.

―No. Había más coches. Paré tras de una furgoneta.  ―respondió Aitor.

―¿Qué hiciste entonces? ―volví a preguntar.

―Nada. Fue pasados algunos minutos, y viendo la lentitud con que se administraban en el control, cuando bajé del coche y me dirigí andando a hablar con los guardias. Les expliqué que tenia prisa, que estaba trabajando y debía pasar con el taxi para llevar a un cliente a Mérida: al Hospital a ver a su madre enferma, añadí. Entonces me informaron, que no se podía ir más a allá del punto donde nos encontrábamos. Me dijeron que volviese al coche y permaneciese en este, avanzando con los otros, hasta llegar a la posición del control, pues teníamos que pasar todos, incluidos mi cliente y yo, unas pruebas allí mismo: nos tomarían la temperatura y unas muestras biológicas, nada importante. Todo en una especie de puesto de campaña instalado allí mismo, junto a la carretera. Pregunté que pasaba, y me respondieron que una infección, un virus posiblemente de los pollos de la fabrica de huevos que hay fuera de Almendralejo. por lo visto el virus estaba afectando a animales y personas en toda la zona, y por nuestra seguridad, estaban trasladando al hospital a todos aquellos que mostrasen síntomas sospechosos. Me señaló entonces un par de ambulancias estacionadas junto a los coches de la guardia civil. Por cierto, tu amigo Pedro Hermoso era el conductor de una de ellas.

―¿Un virus de los pollos? ¿ y te lo creíste? ―le dije riéndome.

―¿Si me lo creí? Cuando volví al coche y le miré la cara a Pedro: Sudando. Con los ojos como platos, el tembleque y toda la movida me dije: “Este cabrón tiene el virus, y me va a joder”. Le dije entonces que bajase deprisa del taxi,  con cuidado de que no lo viesen los guardias. Me preguntó espantado, -ya sabes como se ponen estos cuando ven a la poli- que ¿qué pasaba? ¿qué pasaba? Yo, como si nada, le dije que estaban buscando a un tío y que me habían enseñado unas fotos. Por lo bajini, como el que no quiere la cosa, comenté que el tipo de una de ellas se parecía mucho a el, pero que no había dicho nada a los guardias. Como el cabrón no pasa un día en que no haga alguna putada, de momento se puso nervioso, empezándose a rascar la cabeza, el cuello, a moverse de adelante atrás. Ni cinco segundos tardó: me dio las gracias y saltó del coche metiéndose, como un zorro, entre los olivos. Instantes después, me llamo mi padre. Este me preguntó, si podía ir a hacer un servicio: llevar a una señora mayor al hospital, pues el estaba en Zafra, y no llegaría a tiempo para recogerla.

― Entonces. ¿ Pasaste el control y volviste?



― ¡¡Que dices!! pasé del control, e hice la pirula. Aproveché un momento de confusión cuando un tipo, que por cierto, no sé de donde salió, se dirigió hacia los guardias y se puso a discutir con ellos, agarrando a uno del cuello: vamos que parecía que lo quería besar, provocando que se liasen todos a piños con el. No se dieron ni cuenta de mi maniobra: además, ya sabes como es la guardia civil cuando reparte, reparte, y no ven más que meter y meter. De modo, que me dirigí al sindicato a recoger a la señora. Cuando llegué la mujer estaba allí, frente a la parada con cara de “te meto con el bolso”. Paré y me disculpé por el retraso alegando los controles. La mujer comprendió, o lo pareció, y me pidió  si la podía llevar al hospital. Entonces le dije, que si no era urgente mejor seria que lo dejase para el día siguiente, pues no sabía si podríamos llegar a destino con el pollo que había montado y los controles. Además, no dejaban de escucharse sirenas: bomberos, ambulancias, policía. Vamos, que no era el mejor día para ser perro. y tener el oído fino. Pero la mujer estaba emperrada, con llevar las jodidas radiografías al traumatólogo, de modo que nos encaminamos al Tierra de Barros.

Entonces Aitor se levanto y estiro las piernas, pidiéndome de nuevo un frenadol. Me levanté y fui a la cocina. Traje un sobre y un vaso de agua y Aitor continuó  donde lo había dejado.

 ― No te lo pierdas neng ― exclamo, comenzando de nuevo, a la vez que terminaba su vaso de frenadol―. Nada más salir del pueblo y entrar en la nacional, casi llegando a la primera rotonda y a menos de 2 km del hospital TB “Mierda”: Otro control. Paré al lado de la rotonda y le dije a la mujer que no pasábamos seguro. Justo en aquel momento, me entraron unas ganas de cargar del copón, ni te digo el cuesco que me tiré. Así que me dije: tira para el hospital, o te cagas en el coche y no va a haber quién se suba al taxi, lo menos en tres meses ¿Solución? Me puse a dar vueltas a la rotonda hasta que la vieja poto las lentejas. Entonces sí, me dirigí hacia el control saltándome algunos coches que esperaban en la cola. Me pararon metralleta en mano "Te cagas". Le dije al primero que se acercó a la ventana del coche, con cara de pocos amigos, que llevaba a una mujer enferma con fiebre y vomitando. Cuando se acerco a mirar, y cató los olores que salían del coche, saltó rebotado hacia atrás y dejo de hacer preguntas. "Por urgencias, entren por urgencias", me dijo.


―¿No viste más militares durante Todo ese tiempo?



―Los vi, claro que los vi. Había carros BMR a lo largo de la carretera, en el último tramo antes de llegar a hospital. Pero llegamos a la entrada sin ningún problema. Si te digo la verdad, no pensé ni por un momento que se encontrasen allí por lo que verdaderamente estaban. Creí que se debía más a que estos volvían del campo de maniobras, como tantas otras veces, regresando a los cuarteles y que habrían parado por cualquier motivo. No sería la primera vez. Cuando entramos en el recinto, entonces si, pude ver varias decenas de tiendas de campaña, fuertemente custodiadas por personal armado. Entonces sí, me pareció que algo raro ocurría, pero lo asocié la gripe de los pollos. Como en la película aquella de estallido ¿sabes? Además, yo ya solo tenia dos cosas en mente: parar cuanto antes, e ir a cagar. De modo, que avancé un poco más, sorteando algunos coches mal estacionados en el aparcamiento, hasta llegar a un área más despejada de vehículos, cerca de la entrada de urgencias, donde vi a algunas personas. Pase con la excusa de la vieja enferma, e indispuesta, y aparqué en la misma puerta: bajé a toda prisa, saqué a la mujer de coche, llamé a un enfermero, y me fui corriendo a giñar.

―Y seguro, que te tiraste cuarenta y cinco minutos sentado en el trono, jugando a la nintendo ¿no? ―le pregunté.

―¿Cuarenta y cinco minutos?. Ya hubiese querido yo ―dijo Aitor―. No llevaba ni dos niveles del Super Mario, buscando a su princesita, cuando comencé a escuchar gritos. Gritos, que parecian alaridos: aunque parecían aislados. Instantes después comenzaron a escucharse ruidos de carreras, gente corriendo de un lado a otro, cristales rotos, portazos y más gritos: estos mucho más cerca que los anteriores. Hubo un momento de calma, pero entonces empezó la verdadera fiesta. Los gritos, parecían estar al otro lado de la puerta. Madre mía, aquello era como estar sentado, cagando en la trastienda de infierno. Deje la nintendo en el suelo acojonado, y  nada más empezar levantarme, para subirme los pantalones: un bombazo que te cagas reventó la puerta de los servicios, lanzándola contra el compartimento en el que me encontraba, rompiendo el cerrojo de este, desequilibrándome y cayendo yo al suelo. Después el silencio. Bueno, el silencio y un piiiiiiii, que no me he podido quitar de la cabeza, ni con los putos frenadoles. 

―El frenadol es para la gripe gilipollas― Chemi y yo empezamos a reírnos, descojonándonos.

―Bueno, ya están los enteraos de mierda estos. Vamos a ver señores doctores ¿os vais a callar de una vez? o no sigo... ―Nos advirtió, con un mosqueo de importancia.

―Sigue. Perdona. Sigue, sigue ―insistí

―Intente levantarme como mejor pude. Recogí la nintendo del suelo y me subí los pantalones ― dijo.

Aquello ya fue demasiado para nosotros. Chemi y yo nos nos pudimos aguantar de la risa: Imaginarnos a Aitor con la nintendo en la mano, el culo al aire, y el mundo destruido a su alrededor nos superaba. Pero nos callamos de inmediato, le pedimos de nuevo perdón, y le suplicamos que siguiese contando.

―Como volváis a reíros me callo y no cuento una mierda más ¿Vale? ―nos advirtió de nuevo― Sigo... Una vez me levanté, y después de comprobar que no estaba más que aturdido y cubierto de polvo, busqué una salida. No se veía una burra a un par de metros. De modo, que avancé entre la nube de polvo tropezando con algunos escombros, cuerpos, personas heridas y otras que como yo, caminaban desorientadas por la explosión. Inmediatamente, y una vez empezó a aclararse el aire comprobé, que los daños estaban muy localizados. La explosión solo había afectado a la una parte de las consultas, llegando hasta los servicios, donde yo me encontraba: Ignoraba en aquel momento que la provocó, solo pude ver un boquete en los cristales y en la pared interior del hospital. A mi derecha, la gente corría o bien, avanzaban como podían: corriendo, caminando, cojeando: pero eso sí, todos gritando. Gritando como locos. Yo, sorteando de todo en el suelo, me dirigí uniéndome a la corriente principal de personas que se dirigían fuera del hospital, pero joder: no lo vi de lejos. Cuando me metí entre la gente, aquello fue la hostia: había personas, o lo que fuesen, que se agarraban a otros, no para salir, sino para morderlos. Y... ahí va la hostia, que me agarro un hijo puta apestoso. Me pegué un susto del copón al sentir la presión de su mano, y girarme, para verle con la boca desencaja, ensangrentá acercándose a mi pescuezo. El muy cabrón no me soltaba ni pa dios. Me quedé con la cara desencaja y me puse a gritar como una... bueno, grité. Al final le metí un hostiazo y me lo quité de encima. Pero, Inmediatamente otro de esos cabrones se me hecho encima, empujándome contra la pared. Precisamente, en la pared había un extintor  que agarré,  y antes de que se volviese a acercar a mi cuello, le metí con el en la cabeza: que asco. Luego... la mujer mayor a la que había llevado al hospital se me acerco. No se, de donde coño salió, agarrándome de la sudadera: y gritando “socorro, socorro”. Y yo.. supongo que debido a  la excitación y la adrenalina por las nubes,  no reaccioné a tiempo de reconocerla y le le metí otro hostiazo, quitándomela de encima, saliendo luego a todo prisa del hospital.

―Chacho, pero que burro ¿ No la ayudaste? ―dijo chemi, llevándose las manos a la cabeza. 


―¿Burro?. No sabes lo que era aquello. Chemi. Estaba acojonado y no reaccionaba ―respondió Aitor― Además, no lo escuche antes, pero fuera, estaban disparando. Cuando salí, comprobé que la situación era todavía si cabe, peor que dentro del hospital. La gente había enloquecido. Todo era confuso: yo que sé tío. El que no sangraba por la boca, lo hacia por otro sitio, y al que no le habían mordido, le habían disparado. los disparos primero parecías selectivo, pero luego todo cambio. Estaba tan cerca de la Linea de contención, que formaban los soldados, que pude escuchar la orden clara, tan clara como si el sargento hubiese estado a mi lado en el momento de ordenarla: “Abrid fuego discrecional contra todo lo que se mueva y salga por esa puerta. Que no pase ni dios, ni su puta madre, esta Linea de defensa, o yo mismo os descerrajo un tiro en la sien”. El chusquero gritaba con tanta fuerza que metía miedo solo con oírlo. Me metí en el coche a toda prisa pero antes de arrancar pude escuchar, desde algún altavoz, venido quizá de algún helicóptero: Protocolo “Flecha rota” Evacúen la zona de inmediato. Aquello me sonó como cuando un desconocido te dice: bájate los pantalones chaval: es el protocolo. Así, que puse pies en polvorosa arrancando, pasando por encima de las vallas y metiéndome entre los viñedos: eso si, chocando antes con una cepa, que se había propuesto terminar de joderme la mañana.

―¿y pudiste ver lo que ocurrió después? ―pregunté.



― Claro ―respondió― Miré por el retrovisor y alucine: los militares tenían más prisa que yo por alejarse del hospital. Estos se replegaban con rapidez hacia la autovía, disparando, pero sin dejar de alejarse del hospital. Dí marcha atrás entonces, y pude dirigirme hacia un lindero por el que sin mirar a tras, pise a fondo el acelerador. Segundos después, dos cazas me sobre volaron. Esa fue la primera que los vi: la segunda fue la hostia. Tras pasar sobre mi descargaron, bombardeando el hospital de manera selectiva, pero eficiente. Voló todo por los aires y, sin embargo, la onda no pareció afectar más allá del perímetro de este: apenas un golpe de aire sentí. Entonces recordé que había visto el coche de mi padre en uno de los estacionamientos, justo al entrar, joder. Estuve apunto de dar la vuelta, pero me pudo el instinto: o el miedo. No sé. Me apañé para llegar sano y salvo a casa, pero no sin antes cruzarme con algunas personas por el campo, huyendo como yo. Esperaba que alguna fuese mi padre. Rece por ello, pero dios como siempre ni puto caso. Al fijarme en aquellas personas me parecieron normales, y supongo que mi conciencia, después de lo de la vieja en el hospital, me hizo ayudar a algunas de ellas. Así, fue como supe, que todo el pollo tenia su origen en Aceuchal. Y que habían evacuado a la mayor parte de del pueblo a distintas zonas, una de ellas el hospital de tierra de barros: ahora convertido en ceniza y escombros. En casa me estaba esperando este capullo. No le dejaron pasar tampoco con el autobús más allá de Almendralejo, y se vino a casa. Le expliqué más o menos todo, no tan detalladamente; y lo que pensaba del asunto y como afectaba a nuestro plan y nuestro futuro: esta era nuestra oportunidad “O ahora, o nunca”. Lo demás es historia. Cogimos algunas armas, yo me puse el uniforme para pasar por soldado si se daba el caso, y nos vinimos por el camino de los pintones, rezando por no cruzarnos con ningún control. Os digo una cosa, y mas vale que os quede claro: Están arrasando todo lugar contaminado que suponga una amenaza, o donde la contención, haya fracasado: Tenemos poco tiempo, así que...





© Jorge Maqueda Merchan
© Aitor Gil Diaz / Jorge Maqueda (Guión)
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Espero que hasta ahora les gusté el trabajo. En ese caso, siempre serán bienvenidos sus comentarios y sugerencias en el blog. No olvidéis, que si escribo aquí, es también por vosotros. Un abrazo a todos.

11 comentarios:

Abriles dijo...

¡Quiero mássssss...!

alcorze dijo...

No está mal el relato. Se agradece que los zombies se vean envuelto en algo más original como un atraco.

josue marchena "el terrones" dijo...

yo tambien, jejej, Sabes que ocurre? que escribo sobre la marcha.. No hay guion, solo imaginacion y debo andar paso a paso para que todo adquiera sentido.

josue marchena "el terrones" dijo...

Si alcorze, Pensé primero, que en la vida real todos hacemos algo y tenemos planes, y estos no se rompen de un dia para otro, por mucho zombi que aparezca, ( nadie sabe que es el fin del mundo los primeros dias) por lo que intuyo que la gente lo primero que haria seria intentar seguir con sus vidas.Pues los gobiernos intentarian sugetar el asunto, aunque fuese con pinzas

Unknown dijo...

os a gustado pues hagarraos los machos que vienen curvasen el siguiente capitulo vamos a matar mucho y lo mejor a muchos civiles hahaha

josue marchena "el terrones" dijo...

Buenoooo Aitor. ¡Ya esta aqui el que faltaba!

El Emperador Oscuro dijo...

brutal. Aitor es bestial. jaja, Animo chavales que va muy bien. no la jodais

El Sith Blaugrana dijo...

Ey, Brutal paisanos, menuda fiesta habeis montado en piporrilandia, ahora a por Almendralejo

josue marchena "el terrones" dijo...

Gracias, se que estais impacientes por que salgan nuestros amigos de la Guardia Civil. salen en el siguente.

Tanya Tynjälä dijo...

Está muy interesante, sobre todo porque los "héroes" son en realidad solo gente común (...bueno, espero que no toda la gente común piense en robar, no?)Ojalá que sigan iguales hasta el final (porque las norteamericanadas de anti héroes que de pronto saben manejar armas sofisticadas, kung-fu y hasta hacer un trasplante de riñón de la noche a la mañana, no solo es inverosimil, sino aburrido). A ver
cómo sigue.
Y no te olvides del botijo de murano!

jorge maqueda dijo...

Hola Tanya,¿que tal? , bueno yo no los calificaria de heroes a los protagonistas,por lo menos tan a la ligera, la verdad no creo en ellos, en los heroes. masa adelante lo entenderas.